Si se pudieran contabilizar las formuladas a lo largo de su historia, posiblemente ocuparían varios tomos. Tucumán tiene una larga tradición en lo que a promesas incumplidas de su clase dirigente se refiere. Muchos de estos anuncios sobre asuntos de cierta importancia para la comunidad quedan en la nada. Los llamados elefantes blancos nos recuerdan aquellas obras imponentes que han nacido en forma defectuosa y que perduran en el tiempo sin que hayan sido modificadas ni mejoradas. El Palacio de los Deportes es un ejemplo de ello.
La gestación del complejo, ubicado en el parque 9 de Julio, se inició hace 58 años y desde que se concretó 14 años después, siempre fue blanco de críticas por sus defectos arquitectónicos. La construcción del estadio con capacidad para 5.000 personas comenzó en 1962, pero al poco tiempo se paralizó. En tiempos de la dictadura militar, en agosto de 1976, el entonces gobernador Antonio Bussi ordenó que en 30 días la obra fuera concluida por personal civil y militar. En apenas cuatro días se realizó la estructura del techado de 4.000 m2. A partir de su inauguración, el Palacio funcionó en forma intermitente y tuvo largos períodos de abandono. El autor del proyecto del Anfiteatro Parque 9 de Julio -llamado luego Palacio de los Deportes-, el arquitecto Enrique Gallardo Vázquez, se quejó en 1989 porque su iniciativa no había sido respetada con fidelidad. Uno de los serios problemas que presenta la estructura actualmente es el deterioro del techo, cuya reparación es costosa. Hace mucho tiempo, que el estadio dejó de destinarse para espectáculos artísticos, especialmente de rock, que tuvo por animadores a Luis Spinetta, La Máquina de hacer pájaros, Soda Stereo y Charly García, así como bandas locales.
Hubo algunos anuncios para su reformulación. En octubre de 1994 se dijo que un concesionario privado invertiría U$S 1,3 millón para remodelar y reactivar el complejo, pero nada sucedió. En 1999, durante la gestión del intendente Oscar Paz, una firma propuso recuperarlo en ocho meses. El proyecto contemplaba también la erección de un centro de convenciones para 1.500 personas. En 2013, el entonces gobernador Alperovich anunció que se trabajaba en un proyecto para convertirlo en un microestadio, destinado al tenis, boxeo, fútbol 5 y espectáculos. LA GACETA del 30 de octubre informaba que la iniciativa había sido confirmada por el secretario de Obras Públicas de la Nación, el tucumano José López, quien dijo que la obra se realizaría con fondos de la Nación y estimó que podría concluirse en 2014 o 2015. El municipio capitalino anunció en 2018 que el estadio se convertiría en un centro de espectáculos polifuncional con una capacidad para 9.000 personas; en consecuencia, deberían preverse lugares para el estacionamiento de vehículos particulares, así como paradas de taxis y ómnibus. Se dijo que se usaría la pista del ex autódromo como playa de estacionamiento y que se estaba trabajando en forma conjunta con la Facultad de Arquitectura de la UNT en todo lo que concierne al resguardo del parque 9 de Julio.
La ciudad carece de un estadio con capacidad intermedia. No es lo mismo construir de cero un complejo que reformularlo; podrían gestionarse fondos de la Nación, con el apoyo de nuestros legisladores nacionales. Sería auspicioso si finalmente las promesas de tantos años se concretaran de una vez por todas.